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CASA DU VELO CYCLING HOTEL

Premio Panamericano Franja5f7f3b1d7b84cportada 2

BAQ 2020

PREMIO PANAMERICANO | EQUIPAMIENTO

Autor/es:

Entrabe Arquitectos / Arq. Gerardo Olave Triana, Arq. Andrés Castro Amaya, Arq. Claudio Arévalo Villaplana

Colaboradores:

Arq. Paola Sanabria, Arq. Camila Afanador, Arq. Sergio Ramírez, Arq. José Amaya, Arq. Pedro Velandia, Arq. Mariana Alippio, Arq. Santiago Mantilla


A tres kilómetros del municipio de Filandia-Quindío. El encargo original se resumía en un pequeño hotel para ciclistas de 10 habitaciones. Era fundamental diluir la noción de hotel para adoptar la sensación de casa.

La definición arquitectónica fue guiada por un eje fundamental: la valoración integral del paisaje como medio para que la esencia de la zona del Eje Cafetero, se transformara en vivencia del visitante temporal.

Como principio de esta valoración, partimos de entender que en esta zona preexiste un paisaje cultural arquitectónico: la arquitectura campesina de la colonización antioqueña. De la cual el proyecto adopta en términos tipológicos que sus espacios principales de habitación son todos espacios intermedios, espacios que diluyen el adentro con el afuera: Sus corredores, sus terrazas bajo grandes aleros, patios que van de lo confinado a lo abierto, que concentran la mirada o que la expanden al horizonte.

En términos de valoración del paisaje natural, la estrategia de implantación es opuesta a la arquitectura de la colonización, la geometría sinuosa, quebrada y curvilínea del proyecto; a modo de abrazo, se explica desde el entendimiento de la topografía adaptando el proyecto a la misma sin generar grandes movimientos de tierra, teniendo como factor de complejidad, que la bicicleta debería llegar a los espacios de habitación, eso implicaba que no podían existir peldaños entre los espacios. El proyecto abraza los árboles existentes y se funde en los taludes ajardinados que se definieron en conjunto con lo construido.

Como consecuencia del paisaje montañoso, se explica la cubierta compleja, extensa, irregular pero continua. Produciendo variación constante de escalas que van de lo monumental y que de esa forma permiten acceder rodando (lo que en el pasado se hacía a caballo, ahora se hace en bicicleta), pasando a lo íntimo, permitiendo al huésped no sentirse enajenado. El proyecto propone complejidad en planta y en sección, lo que implica que no se deja entender con un solo vistazo, hay que recorrerlo; deambular se vuelve fundamental como acción de habitar. Para reforzar esta condición vivencial, se otorgó especial atención al agua, desde que se recoge en la cubierta, se expone como principio tectónico su bajada de las mismas, para llegar a un aljibe continuo que acompaña los corredores y se inserta en los recorridos del habitante. Puesto de otra forma el agua acompaña en su caminar a quien deambula por el proyecto.

En términos materiales, el proyecto alude al pasado: Expresado en una cubierta de teja de barro hacia la intemperie, pero de madera en términos de cielo, bordeada y dibujada por acero como negociación de esos dos opuestos; siendo esta la condición material característica de las cubiertas de la zona. Y por el otro lado una contemporaneidad, expresada en sus muros y pisos de concreto, siendo los primeros: texturados, opacos y ranurados. Y los segundos: lisos, brillantes y continuos. Como síntesis material nos gusta pensar que es la contemporaneidad la encargada de soportar y sostener la tradición, y que la acción conjunta produce simultánea sensación de novedad y remembranza.

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